El cuerpo exige disciplina: series programadas, repeticiones medidas, rigor. Un músculo que se atrofia en la quietud. La mente no es distinta.

Cada día que pospones el entrenamiento, las ganas se evaporan. "Una hora para esto, otra para aquello", te prometes. Pero el cerebro, como el bíceps, necesita tensión para crecer. La rutina no ha de ser cárcel: puede ser un reto lanzado al espejo cada mañana.
El truco está en el primer paso.
—¿Hoy o mañana? —te preguntas, mientras el mono de entrenamiento sigue colgado en el armario. La respuesta ya la sabes:
Actívate.
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